“La desvalorización de las tareas de cuidado nos define como sociedad”

por Irene Benito

Autor

Irene Benito

Publicado el

2022-08-30

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GéneroCorte Suprema de Justicia de la Nación

Sofía Sagües, constitucionalista y funcionaria de la Corte, dice que los horarios de las capacitaciones jurídicas producen discriminación.


La entrevista en cuatro definiciones

“Es muy interesante cómo todavía nos cuesta reflexionar en qué medida los estereotipos culturales nos hacen repetir situaciones estructurales de exclusión”.

“Hasta la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que, cuando el Poder Judicial replica estereotipos culturales discriminatorios, contribuye a la cultura de desigualdad y de impunidad contra la que debe luchar”.

“Hay una concepción de que realizar estas tareas de cuidado implica un detrimento para la capacidad laboral y, en la medida en que como sociedad mantengamos ese preconcepto, estamos atentando contra valores”.

“Si una persona quiere formarse, tiene que asumir que no va a poder realizar tareas de cuidado durante esos días porque los cursos ocurren a partir de las siete de la tarde. Y sucede que ese es el momento del día donde se intensifican los cuidados personales”.

Sofía Sagües dice que conoce todas las costuras del Poder Judicial de la Nación, y que, por eso, se puede poner en los zapatos ajenos y entender por qué es tan difícil instaurar un orden igualitario. A los 18 años ingresó como auxiliar principal de séptima en el Juzgado Federal N°2 de Rosario (Santa Fe); trabajó como meritoria durante varios meses, y, después, pasó a ser auxiliar principal de sexta y de quinta, y escribiente oficial. Luego de especializarse en el tema “Corte Suprema” en Estados Unidos, entró en la vocalía de Carlos Fayt (fallecido). Lleva casi 20 años de servicios en distintos ámbitos del máximo tribunal argentino, incluidas las oficinas de la ministra Carmen Argibay (fallecida) y la Oficina de la Mujer (OM), y hoy forma parte del equipo del presidente Horacio Rosatti. En paralelo, Sagües es una de las promotoras del colectivo de mujeres constitucionalistas. Con toda esa experiencia sobre sus espaldas, asegura: “la desvalorización de las tareas de cuidado nos define como sociedad”.

Hija del maestro de Derecho Constitucional santafesino, Néstor Pedro Sagües, la secretaria letrada de la Corte y académica afirma que se interesó por la situación de la mujer como una consecuencia natural y evidente de su asignatura jurídica. “A veces parece que el tema de la mujer en el Poder Judicial o de la mujer en cuanto usuaria del Poder Judicial o de la perspectiva de género en la administración de justicia es algo nuevo y revolucionario cuando, en realidad, se trata de aplicar las categorías de igualdad en su real dimensión para visibilizar fenómenos de exclusión y de vulneración estructural de derechos que anteriormente no se exponían, pero sí existían. Estamos mirando y, a la vez, sacándonos la máscara”, apunta Sagües durante esta entrevista virtual.

-¿Cuál es su diagnóstico sobre el origen de los problemas de igualdad que hay en la Justicia?

-Estuve en los zapatos de todas las instancias. Es muy interesante cómo todavía nos cuesta reflexionar en qué medida los estereotipos culturales nos hacen repetir situaciones estructurales de exclusión. Cuando cada individuo toma conciencia sobre cómo está replicando estereotipos culturales discriminatorios, automáticamente revierte esa situación. La gran mayoría de las personas revisa su comportamiento. El problema es que nos cuesta muchísimo visibilizar cómo nosotros estamos replicando estereotipos culturales y, cuando uno está dentro del Poder Judicial, eso se vuelve todavía más grave. Hasta la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que, cuando el Poder Judicial replica estereotipos culturales discriminatorios, contribuye a la cultura de desigualdad y de impunidad contra la que debe luchar. Lo dijo en el caso “Fernández Ortega”.

-¿Diría que falta capacitación?

-Para mí el elemento clave es la concientización. Todos sabemos que no tenemos que discriminar; todos sabemos que la igualdad está protegida por la Constitución y el orden convencional, y todos sabemos que el orden jurisdiccional no tiene que tolerar situaciones discriminatorias, sin embargo, los estereotipos culturales siguen estando. Esto ocurre, incluso pese a las capacitaciones que hay para los cuadros judiciales, sobre todo desde la habilitación del régimen mixto de selección con intervención del Consejo de la Magistratura. Entonces, capacitación hay… El obstáculo más grande es la falta de concientización respecto de que replicamos estereotipos culturales discriminatorios.

-¿Cuál es el más icónico?

-Hay algo que nos define como sociedad y es el estereotipo cultural relativo a las tareas de cuidado. Y aclaro que, cuando hablo de tareas de cuidado, no me refiero solamente a las tareas de cuidado de niños y niñas que tradicional y estructuralmente se atribuyen a la mujer, sino en primer lugar a la desvalorización de esa función respecto de la niñez y la adolescencia, pero también con respecto a adultos mayores y personas con discapacidad. Hay una concepción de que realizar estas tareas de cuidado implica un detrimento para la capacidad laboral y, en la medida en que como sociedad mantengamos ese preconcepto, estamos atentando contra valores. Las tareas de cuidado son un valor: lo dijo la Corte Suprema en el caso “Puig”. Cómo nos ponemos y cómo nos posicionamos frente al vulnerable nos define como sociedad. Una vez que valoremos como corresponde las tareas de cuidado, podremos hacer una distribución equitativa de ellas.

-¿Hubo avances en estos temas desde que comenzó a abordarlos o estamos en un momento de regresión?

-Para mí se han formulado avances sumamente notorios. He tenido la oportunidad de participar en cursos de capacitación en distintas provincias, y vi progresos, por ejemplo, respecto de los lactarios y de la observancia de la hora para la lactancia, o de la aceptación de que un varón quiera ir a una reunión de padres del colegio de sus hijos. Yo he visto cambios maravillosos de personas con cargos importantes, y la generación de políticas públicas de equidad y de igualdad. Se ha avanzado, sí, pero sería obtuso no advertir que también obviamente hay fuerzas de resistencia, a veces incluso por parte de mujeres que ejercen puestos de gestión y que cuestionan estas prácticas equitativas con el argumento de que implican generar algún tipo de privilegio. Pero no estamos aquí hablando de la generación de privilegios, sino hablando de aplicar el principio de igualdad a la realidad como la realidad es y de desarticular esas desventajas comparativas que existen por estereotipos culturales. Esta es la única salida que nos da el Derecho.

-¿Qué tienen que ver las universidades con la persistencia de los estereotipos culturales discriminatorios?

-Hay un problema académico importantísimo: la capacitación y la formación siguen atentando contra las tareas de cuidado. ¿Por qué? Si una persona quiere formarse, tiene que asumir que no va a poder realizar tareas de cuidado durante esos días porque los cursos ocurren a partir de las siete de la tarde. Y sucede que ese es el momento del día donde se intensifican los cuidados personales. Esta falta de atención acerca de los horarios genera discriminación. Los ámbitos de capacitación, como las universidades, deben reflexionar sobre ese tema y empezar a arbitrar instancias de perfeccionamiento compatibles con las tareas de cuidado. No puede ser que la excelencia profesional tenga que implicar que esa persona sacrifique sus responsabilidades o su interés de realizar tareas de cuidado porque eso nos define como una sociedad que desconoce los derechos de los sectores vulnerables.

-Después estos antecedentes forman parte de la evaluación para el acceso a la magistratura…

-Si una quiere formarse para estar actualizada, aunque no concurse, encuentra este obstáculo y es un tema sumamente importante porque genera una desventaja comparativa. Entonces, tal vez no haya discriminación en el concurso, pero sí en el proceso de acumulación de antecedentes que aquel demanda.

-Es la primera vez que la Oficina de la Mujer funciona sin que haya una ministra en la Corte Suprema que la creó. ¿Qué significa esa situación?

-Yo dejé la Oficina de la Mujer en 2016 y, mientras trabajé ahí, siempre la coordinación estuvo a cargo de una ministra, primero, de Argibay, y, después, de Elena Highton (jubilada). Más allá de esta situación, considero que el tema tiene permanente actualidad. La Oficina de la Mujer acentuó y multiplicó sus programas de capacitación, y hasta generó una Diplomatura en Género en horarios compatibles con las tareas de cuidado. Por otro lado, puede verse la presencia de los derechos de las mujeres en la jurisprudencia reciente de la Corte, como los casos “Góngora”, “FAL”, “Puig” y “Etcheverry”. En “Puig”, por ejemplo, la Corte resolvió que la presunción de despido por matrimonio debía aplicarse a hombres y a mujeres, y no tan sólo a estas últimas, para no incentivar la contratación de varones. Pero a veces estos fallos no son conocidos, aunque sí ha contribuido en ese sentido la tarea de litigio estratégico del Ministerio Público de la Defensa de la Nación. Es necesario que se conozcan esos estándares y que sean vinculantes: que los jueces de instancias inferiores se den cuenta de que hay una nueva manera de ver la igualdad, y que esta es obligatoria por la jurisprudencia de la Corte Suprema y de la Corte Interamericana, y que ellos tienen que aplicarla. Ese último salto falta por responsabilidad tanto del ámbito judicial como del ámbito académico.

-¿Hay margen para designar en la Corte Suprema a alguien que no sea una mujer?

-A mí me parece que estamos en un momento donde es indiscutible que la próxima designación debe recaer sobre una mujer. Hay una gran cantidad de mujeres con una excelente formación y experiencia en temas constitucionales, en ejercicio jurisdiccional y en conocimiento de gestión que están sumamente preparadas para esta tarea. No tenerlas en cuenta revelaría un patrón de exclusión. El otro punto a considerar es la relevancia de que en los órganos de decisión haya una representación de la sociedad acorde a su composición porque esto genera un trabajo de mejor calidad, y no sólo por una cuestión de no exclusión y de diversidad. Hoy el mapa judicial es muy claro: se invierten las proporciones a medida que aumentan las jerarquías en la Justicia. Tenemos un 70% de mujeres y un 30% de varones en la base de la pirámide y, en la cúspide, es decir, en la zona de dirección, un 70% de varones y un 30% de mujeres. Evidentemente existe un problema de techo de cristal, pero a mí me gusta llamarlo como lo hacen en España: losa de cemento.

#BIO
Sofía Sagües es doctora en Derecho, y abogada por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Católica Argentina de Rosario (Santa Fe), y Master of Laws de Georgetown University (Washington, Estados Unidos). En 1991 ingresó al Poder Judicial y desde 2016 es secretaria letrada de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Ejerce la docencia en universidades argentinas y extranjeras, y participa activamente en el grupo de mujeres constitucionalistas que contribuyó a fundar.

Las opiniones y puntos de vista de esta nota son responsabilidad de su autor/a y no necesariamente reflejan la posición de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia.

GéneroCorte Suprema de Justicia de la Nación

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