Lo que el kirchnerismo puede enseñarle a Milei sobre independencia judicial

por Irene Benito

Autor

Irene Benito

Publicado el

2025-05-26

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IndependenciaCorte Suprema de Justicia de la Nación


Es común en la Argentina que los gobiernos busquen justicias que no los incomoden. El problema es que un día el poder se termina y hay que lidiar con esos Tribunales.


El kirchnerismo tuvo cuatro gobiernos y solamente uno, el primero y el que empezó con mayor debilidad, puede decirse que intentó hacer algo diferente con el Poder Judicial (el ejemplo gastado de esa tentativa es el Decreto 222 de 2003). Pero bastaron unos pocos brotes verdes para que abandonara el proyecto y la partidización de la Justicia volviera a ser un tema. Tras los intentos de colonización del menemismo, llegó la ley de 2006 que agregó sillas políticas -léase oficialistas- a la composición del Consejo de la Magistratura de la Nación (y que la Corte Suprema, casi 20 años después, declaró inconstitucional). Cristina Fernández de Kirchner (CFK), hoy en prisión domiciliaria por su condena en la causa “Vialidad”, fue la abanderada de aquella norma. La independencia judicial no importaba tanto entonces como en las semanas previas a la privación de su libertad, cuando Fernández de Kirchner recusó a Ricardo Lorenzetti, juez de la Corte designado por su marido, el exmandatario Néstor Kirchner, en 2004. Es un giro que tiene mucho para enseñar al presidente Javier Milei.

Si bien el máximo tribunal rechazó la recusación de Lorenzetti, quien luego avaló la confirmación de la condena de la presidenta del Partido Justicialista, el planteo ratificó que la política se acuerda tarde de la independencia judicial. Es que la cumbre del poder produce confusiones fatales: la más grave de todas es el espejismo de la eternidad. Pareciera que para mandar hay que situarse por encima de la ley, incluso del principio de la periodicidad de los mandatos. “Cristina para siempre” hace juego con una Justicia a medida. En la embriaguez de la victoria se olvida que el foco del poder se apaga en algún momento. Y recién entonces adquiere sentido la demanda de división de poderes y de imparcialidad de la magistratura con la que tanto martillan sectores cada vez más minoritarios de la ciudadanía, de la prensa, de las organizaciones de la sociedad civil y de la academia.

Pero resulta que las figuras políticas son las beneficiarias principales de la independencia judicial. ¿Por qué? Porque es muy probable que tengan que rendir cuentas ante los Tribunales. Entonces, deberían prepararse para ello no tratando de manipular y domesticar a la magistratura, sino promoviendo su ética, profesionalismo e integridad. Como poco y nada de esto se hizo, buenos son los manotazos de ahogados. Con esa clave puede leerse la recusación formulada contra Lorenzetti, una pieza de la defensa de Fernández de Kirchner que Milei debería repasar con cuidado.

Lo primero que llama la atención de esta impugnación es su publicidad. La presidenta del Partido Justicialista, exsenadora, dos veces expresidenta y exvicepresidenta utilizó su cuenta de X para informar el 5 de mayo de 2025 que había hecho la presentación, y hasta dejó el link a la carpeta que contiene el escrito completo y sus anexos para que quienes deseen puedan descargarlos. Es una buena práctica de transparencia a la que lamentablemente suelen resistirse las autoridades de las instituciones estatales. Esta apertura total es la primera lección para Milei.

Qué es ser independiente, según CFK

“Si los magistrados carecen de una absoluta neutralidad y equidistancia frente a las partes, los hechos debatidos en el juicio y los restantes actores del proceso (los denunciantes, los testigos, los peritos, etcétera), el juicio pierde toda su legitimidad, dado que un juez parcial o que cuenta con preconceptos no puede garantizar el respeto de los derechos constitucionales que les asisten a los justiciables (derecho de defensa, y de los principios de inocencia, legalidad y culpabilidad, entre otros) ni tampoco impartir, de cara a toda la sociedad, una sentencia justa que haga honor a la prueba rendida en el juicio y a la normativa aplicable al caso”, dice la segunda página de la recusación interpuesta con la firma de los defensores Carlos Beraldi y Ary Rubén Llernovoy.

Tome nota, presidente Milei: su antecesora explica que independiente es aquel juez o jueza que está libre “de cualquier influencia ajena, de instigaciones, presiones, amenazas o interferencias, sean directas o indirectas”, y “de conexiones inapropiadas con los poderes ejecutivo y legislativo, y de influencias inapropiadas por parte de los citados poderes”. Fernández de Kirchner refiere, de acuerdo con los Principios de Bangalore sobre la Conducta Judicial, que no basta con que la magistratura sea libre, sino que también deberá tener apariencia de tal a los ojos de un observador razonable. En cuanto a la imparcialidad, la expresidenta transcribe que el juez garantizará que su conducta, tanto fuera como dentro de los tribunales, mantenga y aumente la confianza del público, de la abogacía y de los litigantes en su imparcialidad y la de la judicatura. Son las líneas que la defensa de Fernández de Kirchner considera que Lorenzetti cruzó al procurar que otro juez nombrado por Néstor Kirchner, Ariel Lijo, ascendiera a ministro de la Corte de la Nación.

La recusación se basa en las acciones que, a modo de presión sobre el bloque kirchnerista en el Senado, Lorenzetti habría desplegado para lograr la promoción de Lijo. La versión jamás desmentida -punto que Fernández de Kirchner subraya en la recusación- cuenta que Lorenzetti apadrinó a su candidato ante Milei: los trascendidos añaden que, en contactos “no institucionales”, el ministro hasta habría asegurado al jefe del Poder Ejecutivo que disponía de los dos tercios de los votos requeridos en el Senado para concretar este nombramiento, lo que finalmente no sucedió. En su afán infructuoso para que la Corte revirtiera su condena en “Vialidad”, la exjefa de Estado refirió que Lorenzetti incluso habría amenazado a los senadores de su espacio con que iba a apurar las definiciones en esa causa, según ventiló la senadora Anabel Fernández Sagasti (Unión por la Patria).

“En el caso de quedar firme (la condena en ‘Vialidad’), importaría la proscripción (de Fernández de Kirchner) para ejercer cargos públicos (...). Frente a esta situación, en el marco de la sesión del Senado de la Nación, una senadora expresamente denunció que Lorenzetti estaba extorsionando a los miembros del cuerpo, haciendo saber que si se rechazaba el pliego del juez Lijo promovería la pronta desestimación de la queja deducida por nuestra parte en este proceso. Pese a la gravedad de la acusación y a su amplia repercusión periodística, Lorenzetti no sólo no desmintió aquel episodio, sino que además brindó un reportaje en el cual, ahora de manera explícita, afirmó que promovería un rápido tratamiento de nuestro recurso, antes de las elecciones de medio término. Tales manifestaciones, interpretadas por terceros imparciales, permiten anticipar que el ministro Lorenzetti votará por el rechazo de nuestra impugnación y la confirmación de la condena que impide a CFK desempeñar cargos electorales. Todo ello, sin dudas, importa una directa violación a los Principios de Bangalore sobre la Conducta Judicial enunciadas en esta presentación. Por lo demás, no debe pasarse por alto que uno de los agravios desarrollados en el recurso extraordinario federal y en la queja por recurso denegado deducidos por esta defensa se vincula, precisamente, con las indebidas relaciones que a lo largo de todo el proceso han mantenido jueces y fiscales con funcionarios políticos opositores a CFK”, dijeron los abogados Beraldi y Llernovoy.

Un antecedente y una advertencia

La recusación de Lorenzetti pasa por alto que el ministro de la Corte cuestionado llegó a su cargo por una decisión del espacio de Fernández de Kirchner. Es una omisión que habilita interpretaciones múltiples, pero que sin duda expresa la trascendencia del acto de cubrir vacantes judiciales. Estas designaciones con tantas implicancias exigen la máxima responsabilidad y hasta quizá un consenso por la independencia judicial, algo que en la Argentina ninguna fuerza política propuso al menos de forma sistemática. Es otro aprendizaje que podría capitalizar Milei.

Un antecedente de 2017, es decir, registrado durante el Gobierno de Cambiemos, cobra valor en conexión con esta recusación. Y es que Fernández de Kirchner ya había recusado previamente a Lijo para, con el mismo temor de parcialidad esgrimido respecto de Lorenzetti, tratar de apartarlo de una investigación que la involucraba. Si bien es saludable que los jueces, si corresponde, es decir, si hay pruebas suficientes, fallen en contra de quienes los designaron, también existe evidencia de cierta propensión por avanzar contra los que se fueron del poder y hacer la vista gorda respecto de los que están en ejercicio. Esta última conducta está descrita en la “teoría de la defección estratégica” de la magistratura que desarrolló la politóloga estadounidense Gretchen Helmke. Si bien cualquier distraído la asocia con Comodoro Py, la idea de que los Tribunales manipulables terminan al servicio de su propia supervivencia y de las necesidades del oficialismo de turno no penetra los muros de la Casa Rosada. Allí se cree en la lealtad de los jueces y juezas. La lección para Milei podría resumirse en la siguiente advertencia: “cuidado con los jueces que nombrás en el tren de construir una justicia que te responda porque, en cuanto perciban tu debilidad, se darán vuelta y te desconocerán”.

Cómo saber si Milei aprendió

Otra de las enseñanzas que se desprenden de la recusación de Fernández de Kirchner contra Lorenzetti es que el afán del periodismo profesional por descubrir y exponer la verdad resulta muy valioso para el interés público. La expresidenta fundó la impugnación en notas de prensa que justamente revelan las supuestas maniobras del ministro de la Corte primero para apadrinar a Lijo y, luego, para conseguir que el Senado avalara esa candidatura (la exmandataria citó las publicaciones de Carlos Claá y de Jorge Fontevecchia en Perfil; de Joaquín Morales Solá en La Nación; de Daniel Santoro en Clarín, etcétera -ver anexos I y II-). Esta valoración de la tarea periodística sorprende en quien, cuando ejercía el cargo mayor de la república, se ocupó de denostar a medios y periodistas no funcionales. Es una huella que, con el lema “no odiamos lo suficiente a los periodistas”, Milei ahora está perfeccionando contra quienes lo critican, entre ellos Fontevecchia y Morales Solá. Ojalá se detenga: a lo mejor él también algún día esté en los zapatos de Fernández de Kirchner y necesite de un periodismo que cuente los hechos que el poder (en este caso judicial) preferiría mantener ocultos.

El sector político tiende a resistirse a la obviedad de que, por la judicialización de sus conflictos, es el interesado principal en que haya una magistratura íntegra, que esté dispuesta a ser independiente incluso de sus gustos, preferencias y convicciones. Esa utopía de alta calidad institucional que no requiere de aumento del gasto público interpela a la administración de Milei, a quien la historia con seguridad también juzgará por la Justicia que construya, si no es juzgado por esa propia Justicia, como le sucedió a Fernández de Kirchner. Para saber si el líder de La Libertad Avanza aprendió la lección hay que mirar cuánto hace para incrementar los niveles de independencia judicial. Por ahora es un desempeño pobre, casi como si se tratara de un problema ajeno.

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